Durante muchos años, la iglesia se ha basado en el pragmatismo. Tenemos más libros, conferencias y podcasts que nos brindan recursos con enfoques estratégicos para el liderazgo ministerial. Mucho de lo que se produce hoy se enfoca en las X y O de la ejecución del ministerio. No hay nada de malo con los enfoques prácticos del ministerio, pero confiar en ellos para cumplir con la Gran Comisión es pragmatismo.
Un área en la que vemos la gran deficiencia del pragmatismo es en nuestro evangelismo. Tenemos más estrategias y programas de evangelización que nunca, pero estamos viendo menos personas viviendo en misión y compartiendo su fe. En muchas iglesias, el evangelismo no existe desde el púlpito hasta las bancas. ¿Por qué tenemos métodos pero no mensajeros? ¿Cómo hay tantos programas pero tan poca pasión? ¡Hemos elegido el pragmatismo sobre la oración! Realmente creo que la razón por la que no estamos viendo una cultura de evangelización en nuestras iglesias es la ausencia de oración evangelística.
Más que los otros evangelios, Lucas enfatiza las oraciones de Jesús. La capacidad de Jesús para llevar a cabo Su obra redentora fue fortalecida por una vibrante vida de oración, lo que le permitió vivir en la plenitud del Espíritu. En la secuela de Lucas, el libro de los Hechos, la iglesia primitiva fue una extensión del ministerio de Jesús. En Hechos, la iglesia vivía en misión diariamente al caminar en el poder sobrenatural del Espíritu Santo ya través de la oración. La difusión del evangelio no fue impulsada por el pragmatismo, sino por la oración.
“Si queremos que la iglesia viva evangelísticamente y que los perdidos experimenten la obra salvadora de Jesús, debemos convertirnos en un pueblo que ora”.
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Permítanme compartir cuatro verdades de Lucas y Hechos para elegir la oración sobre el pragmatismo:
1. La vida y el ministerio de Jesús fueron empoderados por el Espíritu Santo a través de la oración.
Vemos a Jesús constantemente retirándose para orar. Un momento significativo sucedió cuando Jesús estuvo ayunando y orando durante 40 días. A su regreso, Jesús comienza su ministerio. Cada vez que Jesús se iba a orar, el Espíritu lo guiaba para proclamar el evangelio. La vida en misión nunca se logra por el esfuerzo humano, sino por el Espíritu Santo cuando lo buscamos en la oración.
2. La oración moviliza a las personas hacia el evangelismo.
En Lucas 10, Jesús nos muestra que hay muchas personas perdidas a las que alcanzar, pero pocas que irán y compartirán. Su solución no fue una clase de evangelismo o un seminario de equipamiento. Jesús nos instruye a orar para que Dios mueva a las personas y las envíe a proclamar el evangelio. La enseñanza y el equipamiento pueden instruir la mente, pero no pueden transformar el corazón. ¡Sólo Dios puede!
3. La efectividad del evangelismo sucede
por el Espíritu Santo en la oración.
En Lucas 24:46–49, Jesús llama a Sus discípulos a ser testigos del evangelio a todas las naciones. Pero en el v.49, Él les dice que deben esperar antes de irse. ¿Esperar para que? Para que el Espíritu Santo los “revista con poder de lo alto”. Lucas recuerda esto en Hechos 1 cuando Jesús dice que necesitan recibir el poder del Espíritu Santo para convertirse en Sus testigos (v.8) y, de nuevo, en Hechos 2 cuando el resultado de su reunión de oración de 10 días fue recibir el don y la llenura del Espíritu Santo. Nuestros métodos pueden ser útiles, pero no son poderosos. Pueden ser útiles, pero no sustituyen al Espíritu Santo.
4. Orar por los perdidos lleva a compartir con los perdidos.
En Hechos 4, la iglesia estaba bajo persecución, no en general, sino específicamente por la evangelización. ¿Cómo respondieron? Ellos oraron! En el v.29, oraron para “continuar hablando [Su] Palabra con denuedo”. Oraron por valor evangelístico, pidiéndole a Dios Su poder para usarlos para ver el evangelio proclamado y la gente salva. Dios respondió a lo grande. No solo se les dio valor, sino que Dios salvó a los perdidos. Cuando el pueblo de Dios ora por los perdidos, siempre conduce a compartir con los perdidos.
Si queremos que la iglesia viva evangelísticamente y que los perdidos experimenten la obra salvadora de Jesús, debemos convertirnos en un pueblo que ora. Los métodos son útiles, las estrategias son beneficiosas, pero el Espíritu Santo es esencial.