Dios apenas está comenzando

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NOTA DEL EDITOR: Lo siguiente es un extracto del nuevo libro de OS Hawkins El Código del Espíritu: 40 verdades sobre el Espíritu Santo que todo creyente debe saber. Las ganancias del libro se donan a Misión: Dignidad.

Lucas tiene el gran privilegio de compartir cómo comienza la obra de Dios a través de la iglesia. En Hechos 1:1 escribe: “Todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar”. ¿Se dio cuenta? Los evangelios documentan lo que Jesús comenzó a hacer. No ha terminado, apenas está comenzando.

El libro de los Hechos, a menudo denominado los “Hechos de los Apóstoles”, es más precisamente el relato de la obra continua del Espíritu Santo en la iglesia y a través de ella. El evangelio de Lucas relata la vida y las enseñanzas de Jesús en su cuerpo físico, mientras que el libro de los Hechos nos cuenta lo que el Espíritu Santo sigue haciendo a través del cuerpo espiritual de Cristo, que es la iglesia. Es increíblemente alentador darse cuenta de que Jesús sigue activo, asociándose con nosotros a través del Espíritu Santo para revelarse al mundo.

El libro de los Hechos es la historia que se va desarrollando sobre cómo Jesús sigue obrando en nuestras vidas a través del Espíritu Santo. Sin embargo, el relato termina de manera bastante abrupta, dejándonos en suspenso. Esto es intencional: la historia continúa en nosotros y llega hasta el día de hoy.

Cualquiera que haya intentado vivir la vida cristiana ha descubierto que no sólo es difícil, sino que es imposible si lo intentamos con nuestras propias fuerzas. A Dios no le interesa que hagamos algo por Él. La clave para una vida cristiana victoriosa es permitir que el Espíritu Santo obre a través de nosotros. Como dice Pablo: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).

Cuando despertamos al poder del Espíritu Santo en nuestro interior, entramos en una nueva dimensión de la vida cristiana. Esta es la esencia de lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Esta es una declaración profunda: Jesús no solo está sugiriendo que podemos imitar sus obras; promete que podemos superarlas.

Muchas personas interpretan este versículo como un llamado a trabajar más duro para Dios. Sin embargo, este enfoque a menudo conduce a la frustración y al fracaso. El verdadero significado de la declaración de Jesús radica en su promesa de regresar al Padre. Apenas unos pocos versículos más adelante, nos asegura: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). Jesús aseguró a sus discípulos: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18). En efecto, regresó, no en forma física, sino a través del poder y la presencia del Espíritu Santo, que nos capacita para vivir nuestra fe.

Después de la ascensión de Jesús, los discípulos se reunieron en el aposento alto para esperar “la promesa del Padre” (Hechos 1:4), es decir, la venida del Espíritu Santo. No se reunieron porque se sintieran dignos; ninguno de nosotros es digno por sus propias fuerzas. Esperaban al Consolador que Jesús prometió: “el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Fiel a su palabra, el Espíritu Santo descendió sobre ellos en Pentecostés, transformando sus vidas y empoderando a la iglesia de maneras que nunca habían imaginado.

El poder de Jesús no termina con los relatos del Evangelio; Él apenas había comenzado. El Espíritu Santo continúa trabajando hoy en ti, a través de ti, por ti y sobre ti. Una vida cristiana victoriosa se basa en la asociación dinámica entre el Espíritu Santo y nosotros.

Momentos eureka

La palabra “eureka” se ha incorporado a nuestro léxico moderno y representa momentos de revelación o descubrimiento repentinos, esos momentos emocionantes en los que la claridad reemplaza a la confusión. Pensemos en un estudiante que, después de luchar con un problema de matemáticas, de repente ve la respuesta: “¡Eureka! ¡Guau!”. O pensemos en la alegría de darnos cuenta de que la persona con la que hemos estado saliendo es realmente la persona con la que queremos pasar el resto de nuestra vida: “¡Eureka!”.

¿Sabías que la palabra “eureka” aparece en el Nuevo Testamento? En Juan 1:41, Andrés, después de seguir a Jesús, encuentra con entusiasmo a su hermano, Simón Pedro, y exclama: “Hemos encontrado [¡eureka!] al Mesías”. Esta exclamación siguió a siglos de anticipación profética y espera por la venida del Salvador.

Estos momentos de revelación, ya sean pequeños o monumentales, nos recuerdan el poder transformador de la revelación. En nuestra vida espiritual, el despertar a la verdad de quién es Jesús y el papel del Espíritu Santo es el momento de revelación definitivo. Nos abre los ojos a una realidad que redefine nuestras vidas y nos capacita para vivir para Él.

Al reflexionar sobre el increíble recorrido que va desde los evangelios hasta el libro de los Hechos, reconocemos que la historia de Jesús está lejos de terminar. Él comenzó una obra transformadora que continúa hoy a través del Espíritu Santo y su iglesia. No somos meros observadores pasivos; somos participantes activos en esta asociación divina, capacitados para llevar adelante su misión.

El Espíritu Santo nos dota de fortaleza, sabiduría y guía, lo que nos permite vivir nuestra fe de maneras que superan nuestras limitaciones. Cuando aceptamos la verdad de que “Cristo está en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27), liberamos el potencial para obras mayores, no a través de nuestros propios esfuerzos, sino a través de Su poder dentro de nosotros.

Estemos abiertos a esos “momentos eureka”, las revelaciones que profundizan nuestra comprensión de Cristo y nos impulsan a la acción. Juntos, como el cuerpo de Cristo, podemos revelar su amor y su gracia al mundo, demostrando que la historia de Jesús todavía se está escribiendo a través de nuestras vidas hoy.

Presidente Emérito
OS Hawkins
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