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Sal y corre unas cuantas veces a la semana, Pero los días calurosos de verano me dan muy poco margen para correr. Si no salgo antes de que salga el sol, probablemente no pueda hacerlo ese día.
La lluvia, por muy poco frecuente que sea en mi zona en esta época del año, aumenta el desafío. Pero hace poco, mientras corría en una mañana oscura y brumosa, el Señor me recordó algunas verdades que son tan buenas para el camino de la vida como para la carrera:
Conozca el terreno
Tengo dos o tres circuitos con los que estoy familiarizado, dependiendo de la cantidad de kilómetros que quiera correr. Cuando recorres repetidamente los mismos caminos, resulta fácil recordar dónde están los puntos problemáticos. Hay una acera en una de mis calles, por ejemplo, donde un desplazamiento del suelo ha provocado que el hormigón se rompa y se deslice hacia arriba. Siempre me siento agradecido cuando recuerdo pasar por encima de ese pequeño trozo de pavimento, en lugar de tropezar con él.
En mi caso personal, conocer el terreno significa conocer mis tendencias en las diferentes etapas de la vida y adaptarme en consecuencia. Hay momentos en mi agenda en los que voy a estar un poco más tenso porque estoy un poco más ocupado de lo habitual. Hace veinte años, estaba seguro de que la forma de sortear momentos como ese sería esforzarme y trabajar aún más duro. Ahora sé que las temporadas agitadas son momentos, al menos para mí, en los que necesito cuidarme más a mí mismo y bajar el ritmo en tantas áreas como sea posible para conservar energía para las tareas más exigentes que tengo por delante.
Cuida tu postura
A medida que me canso durante una carrera, mi postura comienza a decaer. Mi barbilla se inclina hacia abajo, lo que dificulta la respiración. Ese mentón que se inclina hacia abajo comienza a ejercer presión sobre la parte media de mi columna vertebral, lo que, a su vez, genera más tensión en mi espalda baja y caderas. Esto finalmente cambia mi paso, lo que provoca un movimiento antinatural en mis rodillas y pies. ¿El resultado? Un aumento del dolor y la necesidad de tomarme días libres adicionales para darle a mi cuerpo la oportunidad de sanar.
Es fácil perder el equilibrio, tanto física como mentalmente. He sufrido muchos desmayos mentales, por eso es tan importante para mí recordar el mandato de Dios de poner mi mente en las cosas de arriba (Colosenses 3:2) y renovar mi mente por la verdad (Romanos 12:1-2). Así como se necesita disciplina y resistencia para mantener una postura adecuada mientras se corre, se necesita esfuerzo para mantener la mente enfocada en lo que el Señor ha prometido y en lo que Él está haciendo en lugar de en lo que está yendo mal o en lo que no tienes.
Los charcos son inevitables
Odio los calcetines y los zapatos mojados, pero cuando corres bajo la lluvia y en la oscuridad, vas a pisar en medio de varios charcos. Es inevitable. Y cuando estás a un par de millas de casa, puedes quejarte por tu calzado empapado o concentrarte en algo mejor y terminar la carrera con fuerza.
A veces vivo como si fuera posible evitar los charcos, y cuando entro en uno, me quedo perpleja, como si me estuviera sucediendo algo inusual. La vida tiene charcos, muchos. Es mejor aceptar esa realidad y dedicar mi energía mental a buscar el consuelo y la sabiduría del Señor en lugar de lamentarme por tener los calcetines mojados.
“Les he dicho estas cosas para que en mí encuentren paz”, dijo Jesús en Juan 16:33. “Ustedes tendrán sufrimiento en este mundo. ¡Sean valientes! Yo he vencido al mundo”.
Jesús no estaba corriendo cuando dijo eso… pero ese zapato realmente calza bien.