Debido a que todos somos personas reales con problemas reales, que vivimos en un mundo que está profunda y desesperadamente marcado por el pecado, el conflicto es una parte normal de la experiencia humana. Aquí hay 9 barreras comunes para la resolución de conflictos. La lista no es exhaustiva, pero tal vez nos ayude a todos a comprender un poco mejor cómo interactuar con puntos de vista opuestos en un diálogo de conflicto saludable que se preste a la resolución por encima de la perpetuidad.
1. Hidden Agenda. El conflicto se resuelve cuando todas las cartas están sobre la mesa, y las partes opuestas escuchan la comprensión y luego co-crean una solución para el camino a seguir. Si su motivo es oculto, buscará manipular la conversación para producir su resultado preconcebido; cuando el resultado no es el que deseaba encubiertamente, se marchará sin nada más que frustración. Pero no podemos sentirnos frustrados cuando no se cumplen las expectativas no comunicadas. Pon todas las cartas sobre la mesa. Si entra en conflicto con una agenda oculta, no habrá resolución.
2. Orgullo sin control. Quizás no quieras escuchar esto, pero aquí va: es posible que en realidad estés equivocado. Si hay dos lados opuestos que buscan llegar a la verdad, es lógico que al menos uno de ellos (a menudo ambos) esté equivocado. Si no puede aceptar la posibilidad de que realmente tenga algo por lo que disculparse, o alguna admisión de culpabilidad que poseer, no está listo para entrar en la resolución de conflictos. El orgullo desenfrenado solo puede construir muros, nunca puentes. La humildad genuina es un requisito previo para la resolución de cualquier conflicto.
3. Supuesto desinformado. No me atrevería a poner una estadística arbitraria en tal afirmación, pero estoy dispuesto a sugerir que la gran mayoría de los conflictos interpersonales están arraigados o perpetuados por suposiciones desinformadas. Llegamos a cada conflicto armados con información, pero las brechas entre la información y la motivación detrás de todo esto se dejan a nuestras suposiciones. Si lo que busca es una resolución, sea muy consciente de la diferencia entre lo que sabe y lo que asume. Sea dueño de los hechos, pero esté dispuesto a ser corregido por las brechas entre la información, la motivación de su agresor y su interpretación de los datos.
4. Nueva ofensa. “Un hermano ofendido es más difícil de alcanzar que una ciudad fortificada” (Proverbios 18:19). Cuando nos sentimos nuevamente ofendidos, debemos hacer un profundo examen de conciencia antes de estar listos para participar en la resolución de conflictos. A un corazón recién ofendido le encanta manipular una mente abrumada e informar a una lengua combativa. Refrescarse. Oblígate a pensar con cautela. Si no puede entablar una conversación de manera civilizada, el conflicto se intensificará, no se resolverá.
5. Falta de perdón persistente. La amargura envenena el alma; su único antídoto es perdonar como Dios te ha perdonado a ti en Cristo Jesús. Aunque indigno de esta gracia, te la extendió libremente y te pide que, de la misma manera, la extiendas a otros que no la merecen. Cuando la falta de perdón persiste, la ofensa pasada se convierte en el filtro para procesar los datos presentes y el obstáculo para visualizar la posibilidad futura. Perdona como Cristo te ha perdonado. De lo contrario, no habrá resolución para su conflicto pasado, presente o futuro.
6. Predisposición endurecida. No solo llevamos nuestro conflicto a la mesa de resolución; nosotros también nos dedicamos a ello. Hay muchas razones por las que una persona puede volverse cínica en la vida: experiencias de la infancia, desilusiones crecientes, fracasos pasados y mucho más. Para resolver un conflicto, una persona con una predisposición endurecida debe volverse dolorosamente consciente de su propio cinismo. De lo contrario, ninguna resolución será lo suficientemente brillante como para penetrar en la oscuridad de la desilusión.
7. Comunicación malsana. Estoy convencido de que la mayor parte del tiempo, simplemente no sabemos cómo hablarnos o escucharnos. Durante la reunión de resolución de conflictos, mientras su contraparte está hablando, no debe formular refutaciones en su mente. Deberías estar escuchando para entender. “El necio no se deleita en el entendimiento, sino que sólo quiere hacer alarde de sus opiniones” (Proverbios 18: 2). Tal arrogancia inevitablemente se presta solo a la escalada del conflicto, no a la resolución. Es completamente tonto entrar en una conversación de resolución de conflictos sin la intención de escuchar la comprensión de la perspectiva del otro y comunicar su propia perspectiva con gracia y verdad.
8. Inseguridad personal. Aquellos que se sienten inseguros a menudo serán dueños de un problema que no les pertenece. Esta no es la resolución de conflictos; es evitar conflictos. Ser dueño de una ofensa que no es tuya es venderte una mentira y, al mismo tiempo, robarle a la otra parte la verdad que conduce a la curación. Para participar en una resolución significativa de conflictos, tendrá que superar sus propias inseguridades personales y abrazar la tensión del diálogo honesto.
9. Estrés secundario. ¿No sería fantástico si pudiéramos lidiar con una sola crisis a la vez? La verdad es que todos traemos una carga de tensiones simultáneas a cada conflicto actual. Pero la mesa de resolución de conflictos no es el lugar para descargarlos. Si tu contraparte se descarga sobre ti, considera que quizás esté dando rienda suelta a emociones que nada tienen que ver con esta conversación. Pero si reconoce que está poniendo sobre la mesa emociones que no pertenecen allí, permítase ocuparse de ellas en otro lugar, más adelante. Las tensiones secundarias pueden cegarlo a una resolución que está justo frente a usted. Controla tus emociones o te controlarán a ti.